Por ejemplo, establecen que en el sector del Bicentenario se podrán construir hasta 40 pisos. En los alrededores de las paradas del Metro, dependiendo de la zona, se podrá duplicar la altura actual. Las normativas, además, proponen la creación de centralidades en La Magdalena, Chimbacalle, El Recreo, Bicentenario, Calderón y Cotocollao, para llevar más gente a los sectores donde ya existen servicios básicos, en lugar de tener que extender las redes para quienes van a vivir en zonas rurales.
Usualmente, los conjuntos habitacionales que se construyen en las lejanías de Quito son cerrados, amurallados y las personas se conocen poco. Utilizan el auto hasta para salir a comprar pan y no hay convivencia ni buena vecindad. Pero, las construcciones en altura también podrían traer inconvenientes. Diego Hurtado, profesor de la Universidad Central, dio fe de que construir en altura no es la mejor forma de densificar una ciudad ni mejorar la calidad de vida. Si no hay distancia suficiente entre los edificios, las plantas bajas, por ejemplo, no tendrían buen asoleamiento ni buena ventilación.
La Universidad Central ha hecho estudios sobre el tema y ha determinado que con ocho o 10 pisos se puede densificar mejor, para evitar que la urbe se expanda a los extremos. Además, la construcción de rascacielos está monopolizada. Hurtado sostuvo que es poco probable que una persona no pudiente pueda comprarse un departamento en los edificios de más de 20 pisos y explica que el objetivo de la construcción es el lucro, por eso se concentra en zonas de mayor plusvalía, lo que eleva más aún el valor de las viviendas. Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, aseguró que, en una ciudad como Quito, la densidad sostenible debería bordear los 200 habitantes por hectárea. Pero, en la capital el promedio es de 55. Al analizar la población por zonas sale a la luz un dato interesante. En la administración Eugenio Espejo (norte), donde se agrupa la mayor cantidad de edificios de altura, la densidad es de 60, mientras que en el sur (administración Eloy Alfaro), donde los edificios tienen entre cuatro y cinco pisos, la densidad es de 150. Lo que evidencia que, en la capital, mayor altura no significa mayor densidad.
Hernán Orbea, profesor de la PUCE, aclaró que, si la construcción en altura no se planifica, puede llevar a la gentrificación: abandono de la población. Barrios como La Mariscal, que estaban programados para recibir a 65.000 personas, tienen no más de 13.000. La gente se marchó en busca de seguridad y exclusividad. Fernando Carrión, académico universitario, pone sobre la mesa otro problema del crecimiento en altura: con más pisos, los servicios podrían no abastecer la nueva demanda por lo que se deberán ampliar, lo que resulta más costoso que tender nuevas redes, ya que la zona se encuentra urbanizada.
“El Covid reveló que en zonas con más densidad hay más contagios. Por eso, miles de personas salieron de zonas de alta densidad a las periferias. En Nueva York fueron 900.000 y en Lima 300.000” explicó. Lo que se debería buscar -aconsejó Carrión- es crear ciudades más equilibradas y contrarrestar el despoblamiento. Llevar habitantes a zonas que ya están consolidadas pero que se están quedando sin moradores, como el Centro Histórico, La Mariscal, la Villa Flora y la 10 de Agosto, en donde se podría ubicar a 100.000 habitantes sin necesidad de grandes edificios.
Texto original de El Comercio.