Museo Guggenheim. Arte, cultura y regeneración urbana en Bilbao

23 septiembre 2022

La construcción tiene varias aristas y una capacidad envidiable de generar emociones. Tanto los materiales, como la decoración o el concepto, son aspectos claves en la vida de una edificación; pero, sin duda, el diseño estructural es lo más llamativo e impactante para el ojo humano.



Ubicado en el País Vasco, en pleno centro de desarrollo urbano de Bilbao, el Museo Guggenheim se extiende a orillas de la ría de Bilbao, junto al puente de La Salve. Y, a pesar de que hoy sea considerada una de las edificaciones deconstructivistas más icónicas y uno de los polos que permitió el desarrollo urbano y turístico de la ciudad, la obra creada por Frank Gehry vivió un inicio de vida realmente complicado. 

La construcción arrancó en 1993, después de que Gehry ganara un concurso para hacerse con la obra y optar por una construcción desde cero. Esto fue en contra de la idea principal de rehabilitar la Alhóndiga, una edificación ya existente en la ciudad. Pero la decisión de rehacer y cambiar de zona fue la correcta. Al cabo de cuatro años -1997-, el Museo Guggenheim abrió sus puertas y, a su vez, la boca del público en señal de asombro.

Muchas curvas y nada de superficies planas 

Bilbao necesitaba un fuerte turístico en la década de los 90s y recuperar la cultura y el ocio de la zona se convirtió en el primer gran objetivo del Museo Guggenheim. Gehry y su equipo apostaron fuerte por esta idea y en cuatro años de trabajo, construyeron una estructura esculpida siguiendo contornos orgánicos. 

El trabajo no fue sencillo, ya que por la complejidad matemática de las formas curvilíneas proyectadas por Gehry, decidió emplear un avanzado software inicialmente utilizado en la industria aeroespacial, CATIA. Esto fue vital para trasladar fielmente su concepto a la estructura y facilitar su construcción. 

Para lograr el propósito, se escogió al titanio como el material principal para la piel exterior del edificio. Alrededor de 33.000 finísimas planchas fueron utilizadas para conseguir un efecto rugoso y orgánico, al que se suman los cambios de tonalidad del material según la atmósfera reinante. La armonización final llegó con el uso de piedra caliza y vidrio que permitieron lograr un diseño arquitectónico de gran impacto visual.








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