¿Puede ser el cemento un material (más) sostenible?

04 octubre 2021

Si la industria del cemento fuera un país, sería el tercer mayor emisor de dióxido de carbono del mundo, con cerca de 2.800 millones de toneladas, siendo solo superado por China y Estados Unidos.

Con más de 4.000 millones de toneladas producidas cada año, el cemento representa alrededor del 8% de las emisiones globales de CO2 y es un elemento clave en la producción del hormigón, el producto más fabricado en el mundo. Para hacerse una idea, se produce aproximadamente media tonelada de cemento por persona en el mundo cada año, suficiente para construir 11.000 edificios similares al Empire State. Con estas cifras, ¿existe alguna forma de reducir este impacto?

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Para fabricar el cemento, caliza, arcilla y arena se calientan en hornos que alcanzan los 1.450°C. De este modo, se forma el clinker, que luego se mezcla con yeso y otros aditivos como la puzolana. El cemento corresponde aproximadamente al 10% de la mezcla del hormigón. Los otros componentes básicos son arena, grava (agregado grueso y fino) y agua. En la producción de cemento existen dos aspectos principales que resultan en emisiones de dióxido de carbono:

La reacción química en la producción del principal componente del cemento, el clinker, ya que los carbonatos se descomponen en óxidos y CO2 por la adición de calor.

El uso de combustibles fósiles para generar la energía necesaria para calentar las materias primas a más de 1.000°C.

La reacción química de la calcinación es responsable de aproximadamente el 52% de las emisiones de CO2 en el proceso de fabricación del clinker, mientras que el consumo de energía representa el resto. Considerando el consumo energético, por cada 1.000 kg de clinker fabricado, se genera una media de aproximadamente 815 kg de CO2.

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Si es en la producción de clinker donde se producen la mayoría de las emisiones, reemplazarlo con otros materiales puede marcar una gran diferencia.



Los llamados materiales de cementación suplementarios (SCM) son generalmente subproductos de otras industrias como: la escoria de la producción de acero y cobre, las arenas de fundición de las operaciones de fundición de metales y las cenizas volantes, las cenizas de fondo y el yeso sintético de los servicios eléctricos. Al sustituir parte del clinker por estos materiales, el hormigón adquiere nuevas características, que pueden ser deseables en algunos casos, pero principalmente muestran una notable capacidad para reducir las emisiones de CO2.

Otra posibilidad es la ceniza volcánica, una alternativa al cemento que se utiliza desde hace miles de años, permitiendo a griegos y romanos erigir edificios tan resistentes que han permanecido de pie desde entonces. Sin embargo, las innovaciones pueden ir más lejos. CarbonCure, por ejemplo, ha desarrollado un proceso llamado Mineralización de CO2, que consiste en inyectar dióxido de carbono en la mezcla de hormigón, haciéndola reaccionar con los iones de calcio del cemento para formar un mineral de tamaño nanométrico, el Carbonato de Calcio, que se incrusta en el hormigón, aumentando su resistencia.


Texto original tomado de Plataforma Arquitectura.

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